El
metro va más lento que nunca
y
me acompaña la sensación de siempre
de
hacerlo todo mal.
Ya
no bailan las musas en tu cama
ni
mis besos te conquistan el alma.
La
pasión siempre se quedaba tras la puerta,
nunca
se colaba en la habitación.
Ganó
la rutina la partida
y
tal vez sea hora de dejarlo todo atrás.
La
vida de princesas no es apta para poetas,
hay
demasiado azúcar
y
el dolor duerme bajo la alfombra.
Y
en algún lugar esperará un efímero sueño,
tú
te dormirás en el nido de donde jamás volarás
y
yo andaré por esos caminos que no van a ningún lugar.
Con
la maleta cargada y el corazón vacío,
con
el recuerdo del viejo gato
y
esa canción a la que siempre cambio la letra.
Quizá
sea el momento de aprender bien el cuento,
y
aunque ya no queden maestros en quienes confiar
hay
lecciones que jamás se deben olvidar.
6 de setiembre de 2013